Bajo el pretexto de combatir el
fracaso escolar, el anteproyecto de la LOMCE entre otras cosas supone un hachazo para la enseñanza de la
cultura y las lenguas clásicas en la
etapa de Secundaria (ESO y Bachillerato).
En la dialéctica entre civilización y
barbarie, las Humanidades, surgidas en Grecia y Roma, se han reencarnado en las
generaciones de estudiantes siglo tras siglo, sobreviviendo a todos los
desastres: el fin de las póleis donde nacieron, la desaparición de los
reinos helenísticos, las destrucciones de la biblioteca de Alejandría, la caída
del Imperio Romano de Occidente, mil años después, el fin de Bizancio, la
Contrarreforma, guerras, aniquilaciones y
cambios de soporte en la transmisión: piedra, tablillas de barro, papiro,
pergamino, libro impreso.
Llegaron las lenguas clásicas y su
patrimonio a la era de la burguesía, fueron
inspiración de su arte y su pensamiento, y asimismo el deleite de las elites hasta entrado el
siglo XX. También hicieron reflexionar a Descartes y a Newton, a Marx y a Nietzsche. Dieron su gloria a Oxford
y a la enseñanza en los países del Este incluso durante la Guerra Fría. Se
estudiaron en América, y el escudo de la potencia dominante ostenta su lema en
latín, E pluribus unum,
que sólo una minoría de españoles puede entender. Cada descubrimiento
científico, cada invento tecnológico lleva un nombre tomado del griego o del
latín, o del primero a través del segundo.
En los últimos cuarenta años, varias
reformas educativas las pusieron al borde de la desaparición del conocimiento
del ciudadano. Así, la LGE de Villar Palasí, y la LOGSE. El error de ésta, al
barrer el latín del bachillerato común, fue reconocido y en parte rectificado
tanto en la LOCE, que no llegó a aplicarse, como en la vigente LOE, rescatando
parcialmente la lengua de Roma como opción en la ESO, y manteniendo y
consolidando la presencia del griego en el Bachillerato y en las Pruebas de Acceso
a la Universidad.
Ahora vivimos un cambio de era, una época
en la que cada decisión equivocada puede significar un error fatal, una pérdida
definitiva, Y en la historia de la educación en España estos errores, estas
pérdidas pueden llevar un apellido: el del ministro Wert. ¿Será este sociólogo
quien pase a la historia como el
ministro que ha herido de muerte a las Humanidades?
Por eso, no estamos sólo preocupados,
se trata de un sentimiento mucho más hondo, tanto que nos desgarra el alma, porque
no podemos comprender que en estos momentos críticos todo lo disculpe el afán
por superar el déficit y la creencia de que importa, por encima de todo, lo que
genera lucro, y no la riqueza verdadera. Y esto a nosotros se nos antoja un
error mayúsculo. Ya estamos viendo a dónde nos ha llevado una confianza
excesiva en las finanzas, en el dinero. Consideramos otra cosa la riqueza, algo
menos voluble, más estable, que sirva para echar raíces, para crear cimientos.
Preferimos seguir las teorías de Fedro, el fabulista latino (El hombre instruido lleva siempre consigo su
riqueza), y las de Séneca, el famoso moralista (Importa lo que eres, no lo que tienes). Consideramos así que Educación, Cultura, Dignidad, … son palabras
mayores, para escribirlas con mayúscula. Desde la autoridad que nos confiere
nuestra experiencia como docentes que conocen bien lo que ha sido la base de
nuestra civilización occidental, nos sentimos legitimados para clamar que no
conviene aplicar criterios empresariales a estos campos, a estas parcelas
necesarias para el “hombre” de nuestra época e imprescindibles, si queremos que
este hombre progrese por el camino adecuado.
El mundo de occidente tiene sus raíces
en la antigua Grecia, un pueblo muy rico en pensamiento, en ciencia, en arte,
en lengua. Los romanos de entonces supieron valorarlo y aprender de ellos.
Captaron y adaptaron su cultura en general y la llevaron a todos los pueblos
conquistados. Nuestra historia se forjó a partir de ahí en todos los aspectos
importantes. Ahora no podemos darle la espalda, olvidar lo que ha sido nuestra
cuna, nuestra fuente, nuestra madre. Si no enseñamos estos saberes desde la
escuela, si no formamos a nuestros jóvenes con estos conocimientos, si no hay
al menos un grupo significativo de alumnos que puedan recoger el testigo de un
legado tan importante, las generaciones siguientes se verán sustancialmente
mermadas, empobrecidas. En una época como la nuestra, en la que se precisa tanta investigación y tanto
conocimiento, hemos de continuar la senda de aquellos antiguos griegos movidos
por el empeño de conocer y conocerse. Por esa afanosa actitud surgió primero su
mitología como modo de dar explicación a todas aquellas dudas sobre el mundo
que les rodeaba, sobre los astros, sobre los cambios estacionales a lo largo
del año… Tras los mitos llegaron la filosofía y la ciencia. Se pasó del mythos al logos y, desde entonces, la humanidad ha progresado, ha mejorado,
pero siempre en el entorno de ese estadio del logos.
Nosotros, los profesores de Cultura
Clásica, Latín y Griego, estamos convencidos de que en estos momentos la Educación
tiene que salvarnos, tiene que proporcionarnos remos para atravesar este mar
proceloso y conducirnos a buen puerto, con billete para una larga travesía.
Consideramos imprescindible que, al menos, los alumnos que vayan a optar por el
camino de las Humanidades se acerquen directamente al mundo grecolatino, en
todos sus ámbitos, porque eso es lo que se logra cursando estas materias. Eso,
como mínimo, ya que además consideramos y, está demostrado, que su estudio conforma y estructura la mente
del alumno, le proporciona útiles
herramientas para el aprendizaje de otras materias, unas de tipo lingüístico,
como el mismo Castellano y el resto de las lenguas derivadas del Latín, además
del Inglés y el Alemán. En otras materias aportan también inestimables recursos,
como ocurre con la etimología para todas las disciplinas, incluyendo las
científicas y tecnológicas. Por todo esto nos hemos sentido consternados al leer y analizar el Anteproyecto Wert y
constatar que se reduce aún más el papel que se les adjudica a estas
asignaturas, pues la Cultura Clásica desaparece de los dos cursos en que era
optativa y el Griego se elimina como materia específica de la modalidad del
Bachillerato de Humanidades, y queda reducida a la mínima expresión, como
optativa de oferta no obligada para los centros. Creemos que esta medida traerá
graves consecuencias para los estudiantes, pero también para la sociedad del
mañana, pues, si los jóvenes no conocen y transmiten un legado tan rico en
conocimientos, el Humanismo europeo sufrirá un perjuicio irreparable. Esperamos
que las autoridades educativas reflexionen y subsanen a tiempo este gravísimo
error.
Hay en este Anteproyecto otros
aspectos que convendría replantearse, pero creemos que algo es obligado, que
los distintos representantes políticos estudien el tema y se sienten juntos a
consensuarlo. De otro modo, las leyes educativas van a seguir modificándose
cada vez que cambia el partido en el Gobierno y el sistema educativo, los
profesores, los alumnos y la sociedad necesitamos algo más estable, más
duradero.
También en este tema del consenso la
Grecia antigua tiene mucho que enseñarnos. Los griegos crearon la palabra
«diálogo» (‘discurso o conversación compartida’) porque la necesitaban para
denominar una actitud que definía muy bien su idiosincrasia, su modo de
entender la vida. Ahora precisamente, en esta situación tan complicada,
necesitamos, por eso, rememorar a los clásicos, enseñárselos a las nuevas
generaciones y hacer que su legado, vigente aún, siga considerándose válido.
Ángeles Patiño y 64
docentes del Grupo Somos de
Clásicas (Profesorado de Latín y Griego de diversas comunidades autónomas)
Artículo publicado en El País